La tecnología contribuye a la “diversión detrás de las pantallas” (TV,
celulares, tablets) que genera sedentarismo, con sus consecuencias
múltiples y problemas propios como trastornos visuales, trastornos por
las malas posiciones y adicciones a los juegos.
El consumismo hoy domina la mente y los corazones de millones de personas, sustituyendo a la religión, a la familia y a la política. El consumo compulsivo de bienes es la causa principal. El cambio tecnológico nos permite producir más de lo que demandamos y ofertar más de lo que necesitamos.
El consumismo puede referirse tanto a la acumulación, compra o consumo de bienes y servicios considerados no esenciales. Este hecho produce la creencia de que se genera un mayor status y prestigio dentro del grupo social, inclusive se asocia a la felicidad personal.
Este cambio de mentalidad aparece a principios del siglo XX. Antes de eso se consumía lo que se necesitaba. Ahora predomina el deseo de tener cosas y esto genera falsa necesidad. Además se produce la aparición de la publicidad y el marketing, con los cuales se busca justamente crear nuevos deseos y generar más ventas y por ende consumo.
El consumismo se ha desarrollado principalmente en el denominado mundo occidental, extendiéndose después a otras áreas haciéndose popular el término “sociedad de consumo”, referido al consumo masivo de productos y servicios.
El ahorro perdió prestigio y el consumo pasó a ocupar un lugar preponderante. Usar y tirar se volvió una nueva costumbre. Los bienes ahora no se hacen para durar.
El estilo de vida cambió sustancialmente en la sociedad. Además hubo aparición de nuevos productos o sustancias que provocaron cambios en las costumbres. El cambio en las costumbres influyó en cosas básicas como la alimentación. El ser humano acostumbrado a realizar actividades físicas permanentemente se fue alejando de esto adquiriendo conductas más sedentarias.
Los efectos del consumismo son varios, desde el nivel global con el daño ambiental y sus consecuencias sociales como la profundización de la inequidad y de la pobreza, y personales como el consumo excesivo de elementos innecesarios generando un desbalance económico personal y familiar de envergadura.
Estudios modernos sobre los niveles de la “felicidad” (investigaciones que están en auge) indican que el dinero hasta un cierto nivel influye en la felicidad. Lo demás está de más y sólo se consigue obtener objetos suntuarios o situaciones de poder que no influyen en los niveles de felicidad. Por lo tanto desde ese punto de vista el consumo tendría que tener un límite.
Todo este mundo moderno y consumista tiene un efecto devastador sobre el planeta, generando un daño ambiental difícil de mensurar. Este daño ambiental más los cambios del estilo de vida de las poblaciones provocan directa e indirectamente daños a la salud de la población mundial de gran significación.
Las manifestaciones de la crisis social y medioambiental en todo el planeta son cada vez más visibles: como los fenómenos migratorios, hasta la deforestación o desertización, pasando por la explotación laboral (sobre todo de mujeres y niños) o el efecto invernadero. La pobreza también está muy condicionada por este paradigma actual. Este modelo económico de producción y consumo tiende cada vez más a su agotamiento.
Efectos sobre la salud
La salud se ve tremendamente afectada, en primer lugar por la degradación ambiental en sí misma, que a su vez genera, entre otros, el cambio climático, polución ambiental, contaminación del agua, contaminación de los productos por plaguicidas. Podemos decir que todos estos se asocian a la producción de químicos tóxicos que de alguna manera llegan al organismo humano, ocasionando enfermedades de tipo metabólico, por ejemplo.
Los expertos han concluido que la infertilidad, la disfunción reproductiva masculina, los defectos congénitos, la obesidad (desde 1980 se ha duplicado el número de obesos tanto adultos como niños), la diabetes, las enfermedades cardíacas, los desórdenes de comportamiento y de aprendizaje son condiciones que se pueden atribuir en parte a la exposición de interruptores endócrinos de sustancias químicas.
Hay consumos que sus consecuencias están ligadas de manera muy clara a la salud, la calidad de vida y la mortalidad inclusive, tal es el caso del consumo de cigarrillos y otros productos manufacturados del tabaco, el consumo excesivo de alcohol, y por supuesto, las drogas ilícitas.
La tecnología contribuye a la “diversión detrás de las pantallas” (TV, celulares, tablets) que genera sedentarismo, con sus consecuencias múltiples y problemas propios como trastornos visuales, trastornos por las malas posiciones y adicciones a los juegos.
Conclusión
Es impensable hacer frente a los problemas ecológicos y sociales que nos afectan sin considerar la complicada maquinaria y estructuras que los producen.
Hoy es necesario un nuevo paradigma basado en la sostenibilidad, lo que supone satisfacer todas las necesidades básicas de todas las personas, y controlar el consumo antes de que este nos destruya.
Entre las medidas a sugerir sería clave establecer normas y leyes dedicadas a preservar el ambiente y a estimular la durabilidad y reparación de los productos, y propaganda dirigida a promover el consumo justo.
Nos guste o no, esto se va a hacer sí o sí. Las demandas sociales van en aumento, y los gobiernos cada vez más se ven obligados a considerar este problema. El cambio de paradigma es necesario e impostergable.
El mundo moderno daña tanto a la salud de la población como al planeta. El consumo no puede llevarse al mundo puesto.
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