¿Cuál es el contaminante más extendido en el mundo? No, ninguno de los que está pensando. El contaminante ambiental más común y frecuente es el ruido, y en especial en la ecología laboral, dato que vienen demostrando las encuestas realizadas, sobre condiciones de trabajo desde finales del siglo XX. Este es un factor que está en franco aumento, haciendo que un tercio de la población mundial, y el 75% de los habitantes de los países industrializados, padezca de cierto grado de sordera.
Recordemos que el rango de un cuchicheo esta alrededor de los 30 decibeles, una conversación normal entre 40 y 60 decibeles y alzar la voz entre 60 y 70 decibeles; elevando el sonido, a un mayor nivel, ya estamos hablando de la probabilidad de provocar un trauma acústico. Este puede ser agudo, por ejemplo, el que es producido en una fiesta, un recital, o puede ser en forma crónica lo que sería una exposición a lo largo del tiempo; sobre todo, son muy dañinos los sonidos agudos como sierras, aviones, o sonidos que se producen en la construcción.
En Argentina, más de un millón de trabajadores está expuesto a niveles de ruidos nocivos, superiores a 80 decibeles (dB), y de ellos, 200.000 presentan daño auditivo.
La OPS refiere una prevalencia promedio de hipoacusia de origen profesional del 17% para América latina, en trabajadores con jornadas de 8 horas diarias, durante 5 días a la semana con una exposición que varía entre 10 a 15 años, con un dato nada alentador podemos afirmar que este daño es incurable.
Hoy conocemos a este trastorno, como HIR (Hipoacusia Inducida por Ruido) y es la disminución de la capacidad auditiva de uno o ambos oídos, de tipo neurosensorial, parcial o total, permanente y acumulativa, de origen gradual e insidioso, y como resultado de la exposición a niveles perjudiciales de ruido en el ambiente, de tipo continuo, intermitente y fluctuante, con intensidad relativamente alta (85 dB) durante un período prolongado. La OMS y la OIT definen al ruido como “un sonido desagradable y molesto, que a niveles excesivamente altos es potencialmente nocivo para la salud; y según la intensidad se pueden dividir en moderados, intensos y muy intensos, hasta ser perjudiciales para la salud auditiva”.
Este sonido molesto y no deseado interfiere con el sueño, el trabajo, el descanso y lesiona, tanto física como psicológicamente al trabajador. No debemos confundir la HIR con el trauma acústico, causado por un ruido único y súbito, de escasa duración pero de muy alta intensidad, con pérdida auditiva repentina y generalmente dolorosa (a veces de un solo oído, el del lado que recibe el impacto sonoro), vértigo y acufenos.
La HIR representa en nuestro medio uno de los problemas de salud prevalentes, como resultado de la contaminación sonora ambiental y ruido ocupacional, que termina dejando graves secuelas en el órgano de la audición, con sorderas profundas, trastornos del lenguaje y severas limitaciones sociales.
El factor más importante, para valorar el riesgo de ruido de un lugar de trabajo es medir la intensidad del ruido a través de la energía con la que se produce (que se mide en decibeles). La variación encontrada en los ruidos industriales es enorme: un ruido que produce dolor es 10 billones de veces mayor que el sonido más débil que puede oírse.
Los sonidos que están por encima de los 90 decibeles pueden ocasionar una vibración tan intensa que lesionan el oído interno, especialmente si son prolongados.
Los especialistas explican que el nivel mínimo puede encontrarse en un laboratorio a 10 dB, seguido de zonas rurales a 30 dB e ir ascendiendo, lo que implica que las exposiciones a los ruidos de una calle con tráfico intenso corresponden a 80 dB, que es el límite de tolerancia; un taller de metal o concierto de rock a 110 dB, hasta llegar a un avión despegando a 140 dB, que es un sonido que produce dolor. Un camión a 4 metros genera 90 dB, al igual que una moto con motor ruidoso, y un martillo neumático genera 130 dB en dos metros a su alrededor.
Ante las actividades que conducen a un alto grado de hipoacusia están el mantenimiento de aeronaves en tierra, la construcción, la agricultura y los trabajos que involucran música o maquinaria a alto volumen. Los más afectados son hombres que trabajan como peones de carga en la industria manufacturera, mineros, operadores de maquinaria, trefiladores y estiradores de metal, soldadores y electricistas de obras; fácilmente se percibe que un número elevado de trabajadores se encuentran sometidos a niveles sonoros por encima del límite máximo permisible (LMP) determinado en 85 dB.
Por regla general, se dice que si en un ambiente es necesario gritar para ser escuchado, el sonido está en un rango en que puede dañar la audición.
Todo lo anterior, involucra al ámbito laboral. ¿Qué sucede en la vida cotidiana? Si bien los trabajadores son el grupo más expuesto, los altos niveles de ruido afectan al resto de la población por la adquisición de conductas insalubres para la audición, especialmente en zonas urbanas.
Desde la invención de los walkman a principios de los ‘80, cada vez más personas emplean auriculares pequeños en celulares y equipos de audio portátiles que concentran gran potencia sonora hacia el interior del oído, generando una especie de “cañón sónico” al no quedar otra salida que el canal auditivo, y haciendo que el sonido no pueda dispersarse para hacerse más inocuo, cosa que sí sucede usando auriculares externos, que por esto mismo son más seguros. Este hábito, termina siendo una agresión contra el oído, por ser de alto volumen y de larga duración, lo que induce a pérdidas auditivas, mareos y vértigo, sin mencionar la pérdida de atención al tránsito, que pueden generar accidentes viales.
Hoy vemos en la ciudad conductores que manejan con auriculares puestos, aislándose y perdiendo la captación de cualquier señal de alerta, a la vez que exponiéndose a sí mismo y a los demás a sufrir vértigos y mareos al volante, o al manubrio de motos y bicicletas, todo lo cual hace imperativa una campaña de prevención y promoción sobre las consecuencias de su mal empleo.
La sordera adquirida tiene carácter progresivo e irreversible, por lo que la única medida eficaz para evitarla es la prevención mediante medidas ambientales y de higiene que, en relación con el origen del ruido, eviten o disminuyan el nivel en los puestos de trabajo. Para esto deben mejorarse los diseños de maquinaria y su mantenimiento, así como distribuir al personal en estaciones de trabajo que no estén tan expuestas a ruidos, y eventualmente colocar silenciadores con tratamiento fonoabsorbente y elementos anti-vibratorios, cabinas insonorizadas, reducir el tiempo de exposición y rotar los puestos; también deben proveerse EPP (Elementos de Protección Personal) consistentes en protectores auditivos en los sitios álgidos de emisión de ruidos.
Nuestro mundo es ruidoso: el uso extensivo de maquinaria grande o pequeña en nuestro entorno próximo nos convierte en susceptibles a una disminución de nuestra percepción. El oído suele ser agredido en forma tan gradual, que el daño no es detectado hasta que se vuelve grave, y en general no es la propia persona quien se percata, sino alguien de su entorno que se lo hace notar, dándose la situación de que esta patología incide en su esfera social, laboral, etc.
Prevención y promoción del conocimiento de estos temas ese es el camino.
Autor: Eduardo Tassano