OPINIONES – Dr. Eduardo Tassano
jueves, 20 de marzo de 2014
Los alimentos transgénicos son buenos o malos para la salud
El uso de transgénicos en forma masiva es demasiado reciente como para conocer a fondo las consecuencias de su empleo, y este argumento es justamente el que enciende luces amarillas entre los ambientalistas, con argumentos bastante atendibles.
El término transgénico es un adjetivo que se utiliza para designar a todos aquellos seres vivos que han nacido con su información genética alterada. Normalmente, este término se usa para señalar a aquellos animales o plantas que son alterados de manera artificial, ya sea porque existen objetivos científicos o comerciales detrás de esas modificaciones. Los organismos transgénicos son un fenómeno característico de la última parte del siglo XX, momento en el cual los científicos occidentales lograron descifrar la estructura completa del ADN y por tanto establecer a partir de allí una base para futuras transformaciones de esa información particular.
¿Qué es un organismo transgénico?
Se lo define sencillamente como un ser viviente al que se le ha alterado el ADN (el material original responsable de los caracteres hereditarios) en forma deliberada, para producir una nueva y artificialmente transformada variante. Se lo diferencia así de las mutaciones, cambios espontáneos y naturales, sin intervención humana artificial. La generalidad del pool genético se mantiene relativamente igual, pero se le implanta un gen ajeno a la célula original antes de que se desarrolle un nuevo individuo. El objetivo de esta tecnología es producir especies más beneficiosas para la humanidad.
Cuando se logra, todas las células y tejidos del individuo resultante contienen el gen ajeno (que deja de ser ajeno), y transmite las características buscadas a su descendencia.
Se liberan mosquitos genéticamente modificados para reducir la población del aedes aegypti y combatir el dengue. Hay infinidad de variedades de semillas que no existían hace unas décadas a las que se le agregaron capacidades extraordinarias: resistencia a las plagas y a las sequías, rendimiento mayúsculo, facilidad de almacenamiento.
Se observan promociones de variedades de semillas que tienen nombre y marca, es porque no sólo han sido mejorados genéticamente, sino también patentados y pertenecen a una empresa. Todos vemos en las fruterías tomates o frutillas de mayor tamaño y aspecto mejorado y uniforme que los de hace tiempo: son transgénicos. La lista es infinita y el consumo masivo de productos alimentarios básicos se cimenta en ellos.
Precisamente, una de las razones más comunes para desarrollar organismos transgénicos (una semilla es, a fin de cuentas, un ser vivo) es la mejora de la agricultura, en la cual la investigación y desarrollo de grano transgénico ha conducido a una transformación integral. Un organismo transgénico puede crecer en sitios donde las especies naturales no ofrecen mejoras en la recolección y el almacenamiento, son más resistentes a las variaciones del clima y a las plagas, tienen mayor cantidad de nutrientes, requieren menos agroquímicos y agua de riego, y otras ventajas. Muchos de ellos son estériles y no pueden cruzarse con otras especies, para evitar un mestizaje y para proteger las patentes.
Pero no todo es rendimiento agropecuario: organismos transgénicos nos ayudan enormemente en el campo de la medicina. El humilde ratón de laboratorio ha sido reemplazado por un ratón transgénico, el cual se emplea para una variedad de estudios en los que los investigadores quieren tener la posibilidad de estudiar los rasgos de una especie en un ambiente más accesible y manipulable. Los ratones pueden ser modificados con el ADN humano para probar tratamientos médicos y ver así cómo podría reaccionar un ser humano real. Los ratones transgénicos nos han proporcionado los medios para estudiar una amplia gama de enfermedades: desde el trastorno bipolar al cáncer, de la hiperlipidemia a la diabetes, de la hemofilia al mal de Chagas. En todos estos casos, se emplearon ratones que “simulaban” ciertos aspectos clínicos del cuerpo del hombre, como paso previo al ensayo en humanos.
Los transgénicos también colaboran en el manejo del ambiente: existen bacterias del grupo de las Pseudomonas que pueden modificarse para que literalmente coman petróleo, lo que es muy útil en casos de derrames en el océano. Y esto nos lleva a la otra vereda, la sombría. El uso de transgénicos en forma masiva es demasiado reciente como para conocer a fondo las consecuencias de su empleo, y este argumento es justamente el que enciende luces amarillas entre los ambientalistas, con argumentos bastante atendibles.
¿Qué pasaría si un organismo genéticamente modificado (OGM) tuviera un efecto colateral no deseado, que pudiera actuar sobre algún aspecto sustancial de nuestro equilibrio ambiental, rompiéndolo? ¿Y qué sucedería si se sale de control? ¿Cómo nos defenderíamos de un efecto que no tuviera lugar en nosotros sino en nuestra descendencia? Es tan frágil el armazón ambiental que la introducción de un OGM en un ecosistema podría causar un efecto devastador. Puede comprobarse esto cuando se introducen especies naturales (no OGM) en un ambiente al que son ajenos: el equilibrio se pierde y peligran las especies autóctonas. Existen miles de ejemplos, y el organismo foráneo más común es el propio ser humano, quien transforma la naturaleza en su propio beneficio.
En Europa rige una estricta regulación sobre cultivos OGM, dispuesta para todo el continente. Hoy no se cultivan OGM en Reino Unido, y en la Unión Europea sólo se permite el cultivo de dos especies: un maíz resistente a plagas y una papa con más contenido en almidón. En cambio en Estados Unidos, donde hay bastante menos oposición a los transgénicos, su uso está muy diseminado por el país. Las primeras semillas transgénicas se plantaron hace más de quince años, y hasta ahora no hay pruebas documentadas de impactos adversos para la salud de las personas que comen cotidianamente productos derivados de los transgénicos. Una mayoría de los científicos que estudian consecuencias ambientales consideran a la modificación transgénica tan segura como la agricultura tradicional, y a la vez capaz de aportar grandes beneficios por ser resistentes a plagas y entornos hostiles
¿Quién tiene razón?
No hay todavía información definitiva o científicamente comprobable. No hay forma de saber qué efectos puede tener nuestra capacidad cada vez mayor de manipular el ambiente. Solamente puede apegarse lo más posible al criterio científico, a fin de cubrir la mayor cantidad posible de variantes. Pero siempre quedará un margen de incertidumbre, que será el que genere las dudas sobre la conveniencia o no de su empleo, y moderando el optimismo que generan.
Los riesgos sanitarios a largo plazo de los OMG presentes en nuestra alimentación o en la de los animales cuyos productos consumimos no se están evaluando correctamente y su alcance sigue siendo desconocido. Nuevas alergias, aparición de nuevos tóxicos y efectos inesperados son algunos de los riesgos.
La solución al hambre y la desnutrición pasa por el desarrollo de tecnologías sostenibles y justas, el acceso a los alimentos y el empleo de técnicas como la agricultura y la ganadería ecológicas. La industria de los transgénicos tiene aun varias materias por rendir a pesar de ser un elemento prometedor para enfrentar los problemas alimentarios del mundo actual.
Eduardo Tassano (*)
Especial para época
(*)Máster en Gerenciamiento en Servicios y Sistemas de Salud
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