OPINIONES – Dr. Eduardo Tassano

jueves, 22 de agosto de 2013

Una generación que alarma a Argentina


 El 12 de agosto último se celebró el Día Mundial de la Juventud en todo el mundo. Esa fecha que constituye un momento de alegría por el significado que tiene para todos, ya que  representa al futuro de la humanidad,  se ve ensombrecida por una preocupación: la generación de  los jóvenes nini.  
La salud pública implica el bienestar sicofísico y social de una población.  Es decir que mas allá de la aparente buena salud sicofísica que puede presentar un joven es importante que lo social y lo ambiental que lo rodea provea elementos productivos y que hagan a una buena salud mental y por ende física y que la expectativa por el futuro sea movilizadora para la realización plena de la juventud.

Es natural y lógico que los jóvenes de una sociedad se estén preparando para el futuro  tanto individual como colectivamente,  en esa permanente búsqueda que significa la grandeza de un  país. Las ganas de progresar y superarse dentro de un entorno favorable hacen a la salud mental de los jóvenes y los predispone a un futuro de éxito personal.

Sin embargo en nuestro país desde hace algunos años estamos ante un fenómeno social con los jóvenes que, sin duda alguna, repercute en la salud de los mismos y en las posibilidades de su desarrollo.  Ese fenómeno es la llamada  generación  NINI,  es decir jóvenes que  Ni estudian, Ni trabajan,  Ni buscan empleo.
En Argentina existen 3.253.000 adolescentes de 15 a 19 años y 3.174.000 jóvenes adultos de 20 a 24 años: en total, unos 6.427.000 de chicos que representan al 20% de la población total. Hay 900 mil jóvenes que descreen del esfuerzo como una herramienta para progresar. Dos de cada diez del total de seis millones de argentinos de entre 15 y 24 años no tiene ganas de nada. Muchos ya ni siquiera buscan empleo. El 80% vive en hogares pobres.

El segmento de jóvenes que ni estudian ni trabajan en Argentina se incrementó un 17% desde el  2003 a la fecha y hoy alcanza a casi un millón de chicos de entre 15 y 24 años, según cifras del propio INDEC.  Mientras, el plan del Ministerio de Trabajo para insertar a esta franja de la población en el mercado laboral no arroja resultados, pese a que el presupuesto escaló de $ 225 millones en 2009 a $ 1027 millones en la actualidad.

Generaciones anteriores creíamos que: “Si uno  se esforzaba, lograba estudiar y trabajar, el progreso no tenía límites”. En cambio, ahora, los chicos observan dos cosas: una es  que los padres o los abuelos trabajan o se esfuerzan mucho pero no ven ningún progreso y la otra es que no los han visto nunca trabajar y no perciben que el lograr mejoras tiene que ver con el esfuerzo del trabajo.
De este lado del mundo, la mayoría de  los ni-ni pertenecen a sectores indigentes, pobres y vulnerables. “En Argentina,  surgen de un proceso de descomposición social, de una historia de degradación de la economía y de la sociedad de largo período, que supone la precarización del mundo del trabajo, la desprotección social y, por último, el abandono de niños y jóvenes.

El 80% de estos jóvenes sin proyectos ni ilusiones vive en hogares pobres. Sólo el 8% de los ni-ni tienen un mejor pasar económico. La mayor parte de los ni-ni, el 68,3%, no terminó la secundaria y la mayoría son mujeres: 73% .Entre las mujeres -que son siete de cada diez de ese segmento- el problema no es la apatía, sino otro: abandonan la escuela o dejan de buscar trabajo cuando quedan embarazadas o tienen que cuidar a sus hermanos más chicos.

Para todos, en definitiva, el progreso no existe, tienen una grave crisis de participación, no creen en instituciones como la escuela o los sindicatos. Entre el 40 y el 50 % de esos chicos, el abandono escolar hace estragos. Ellos reconocen que ése es el primer paso  para quedar afuera de todo. Una vez que dejan la escuela y salen a buscar trabajo, se encuentran con una realidad cruda: el 25% no tiene empleo y la precariedad laboral de los puestos de trabajo a los que tienen acceso trepa al 62,2%, cuando el índice para la población general es del 40%.

La exclusión de los jóvenes del sistema educativo y del mercado de trabajo produce enormes daños individuales, familiares y sociales, y abre la puerta a comportamientos sociales perjudiciales muy temidos como la drogadicción, el alcoholismo y la delincuencia, ya que la vulnerabilidad de este sector es mucha más alta que la del  resto de la sociedad.

Muchos de ellos están en situación de calle y otros que podrían ser recursos valiosos en cada hogar, no colaboran y eso genera más riesgos.

Es un fenómeno que existe en Argentina y en muchos lugares  del mundo, y tiene mucho que ver con la dinámica del mercado de trabajo, que no crea mano de obra y que suma modernización productiva y nuevas tecnologías que buscan ahorrar mano de obra. Y los pocos puestos de trabajo que se crean, exigen mucha calificación. O por otra parte hay sectores que no solicitan calificación pero paradojalmente no hay oferentes.

La incertidumbre, la apatía y la desilusión son moneda corriente entre estos jóvenes. Sin embargo, hay  especialistas que opinan  que la situación se puede revertir. La idea es que  si estos chicos son escuchados, con ayuda terapéutica y un trabajo interdisciplinario, pueden  salir de este estado constante y avanzar.
La solución es multidisciplinaria, no es un tema estricto de la educación, es prioritario definir qué país queremos y cómo vamos a generar y cumplir las expectativas con los jóvenes.  Es necesario buscar las medidas económicas que creen un clima de inversión y confianza y alinear las expectativas hacia el destino de grandeza que los argentinos se merecen.

Lo primero es reconocer el problema, luego tomarlo como una política de Estado y finalmente poner todos los sectores de la sociedad en la búsqueda de mejorar la oferta educativa, y que el país todo busque un verdadero desarrollo económico de los sectores productivos que generen los ámbitos para la realización de los jóvenes y que estos se entusiasmen con un futuro mejor  donde tengan la satisfacción de ganarse el sustento  por sus propios medios.

Autor: Eduardo Tassano