Hoy no se discute la problemática mundial que se genera por el no
cuidado ambiental. El calentamiento global es una triste realidad. Eso
sumado a la aparición de enfermedades y daños a la naturaleza en muchos
casos de difícil control hace que surjan muchas entidades que luchan en
contra de esta realidad.
Una de esas organizaciones internacionales es Salud sin
Daño.
Salud Sin Daño es una coalición internacional
de hospitales y sistemas de salud, trabajadores de la salud, grupos de la
comunidad, sindicatos y organizaciones ambientalistas que se proponen
transformar mundialmente el sector de cuidado de la salud, sin comprometer la seguridad o el cuidado del paciente,
de modo que sea ecológicamente
sostenible y un importante promotor de la salud y la justicia ambientales.
La oficina de
coordinación de Salud sin Daño para América Latina se encuentra en la ciudad de
Buenos Aires. Además, la campaña cuenta con otras tres oficinas regionales
ubicadas en Virginia (EE.UU.), Bruselas (Bélgica) y Manila (Filipinas).
De acuerdo con un nuevo informe de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que 12,6 millones de personas
murieron durante 2012 por vivir o trabajar en ambientes poco saludables, es
decir, casi una cuarta parte del total mundial de muertes.
El mismo informe
además revela que los factores de riesgo
ambientales, como la contaminación del aire, el agua y el suelo, la exposición
a los productos químicos, el cambio climático y la radiación ultravioleta,
contribuyen a más de 100 enfermedades o traumatismos.
En esta época de
tanta contaminación, el sector Salud en su doble rol de efector y capacitador
es y será aún más, un sector clave para el cuidado ambiental
general. Es preciso que la atención
sanitaria no genere ni potencie más la contaminación.
La búsqueda del
ambiente sano es una lucha en todos los niveles y el sector salud no puede
estar ajeno a ello. El principio de eficiencia
y efectividad no tienen que estar ausentes aquí. De esa manera los recursos que
siempre son escasos no deben ser malgastados en procedimientos o materiales que pudieran generar más daño.
En ese sentido podemos
contar una experiencia en Buenos Aires. Un proyecto que busca la sustitución
del mercurio en el uso habitual en hospitales. El mercurio se usa en los
termómetros y tensiómetros (aparatos
para medir la presión arterial).
El mercurio es un
metal pesado plateado que a temperatura ambiente es un líquido inodoro. No es
buen conductor del calor comparado con otros metales, aunque es buen conductor
de la electricidad. Se alea fácilmente con muchos otros metales como el oro o
la plata produciendo amalgamas, (se usaba en odontología), pero no con el
hierro. Cuando aumenta su temperatura
-por encima de los 40 °C-, produce vapores tóxicos y corrosivos. Es dañino por
inhalación, ingestión y contacto: se trata de un producto muy irritante para la
piel, ojos y vías respiratorias.
El problema del
mercurio en los hospitales es que cuando los dispositivos se rompen pasan
directamente al ambiente y contaminan. Al romperse un termómetro los vapores en
el aire, como ya dijimos, son altamente tóxicos.
Además el mercurio que llega al agua, por mal tratamiento de los residuos en algún momento se consume y funciona en el
humano como neurotóxico. Ya hay una
resolución del ministerio de la nación desde 2012 donde se sugiere que no se
compren más este tipo de dispositivos en el sector salud.
Progresivamente, se van cambiando los
termómetros, y tensiómetros por equipos similares de tipo digital.
Otras situaciones en el sector salud son el uso de muchos descartables con material plástico, los que tienen policromo de vinilo
son tremendamente dañinos para el ambiente. Hay que buscar materiales con
productos que no estén hechos de este material.