OPINIONES – Dr. Eduardo Tassano

viernes, 12 de febrero de 2016

La pandemia que afecta principalmente a los jóvenes.




  



    Los traumatismos causados por el tránsito son un grave problema de salud pública y una de las principales causas de defunción y discapacidades en todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud estima que cada año fallecen 1,3 millones de personas como consecuencia de siniestros de tránsito, y entre 20 y 50 millones sufren lesiones.

En la Argentina, los accidentes viales  constituyen la primera causa de muerte en menores de 35 años.  Y no olvidemos que además, al igual que en el resto del mundo, tenemos un número significativo de lesiones y secuelas que lamentablemente se producen en este sector joven de la población, con toda la vida por delante.

   De esa manera  los accidentes causan muertes  y discapacidad.  Las lesiones de todo tipo son tan importantes cualitativa y cuantitativamente que han provocado un cambio significativo en el sistema  de atención de la salud.

En un momento en que las enfermedades infecciosas tipo dengue o Zica ocupan tantos titulares y preocupan, el impacto y el daño por los accidentes de tránsito es mucho mayor.

En la mayoría de los países en vías de desarrollo como el nuestro no existen registros reales y además no se tienen medidas las consecuencias a nivel de  la atención sanitaria ni legales que los accidentes producen. Esto acarrea consecuencias en los sistemas de atención de la salud y judiciales  difíciles de precisar. 

   Gran parte de los fondos destinados a los presupuestos de los ministerios de salud pública son destinados a la atención de estos pacientes que con sus lesiones requieren atención de complejidad en los hospitales que los albergan, más la adquisición de las prótesis y diversos materiales  que los tratamientos requieren.
Al analizar los factores involucrados en los hechos viales tenemos el  Vehicular, el  Ambiental y el Humano. Los diversos análisis refieren que el factor humano es el responsable en el 90% de los casos. 

Si consideramos que  9 de cada 10 situaciones se pueden evitar, muchos analistas se preguntan si no habría que llamar a estos hechos siniestros y no accidentes. En realidad son hechos evitables  con consecuencias y responsables. La determinación de las responsabilidades es otro capítulo de reflexión.

En general es difícil abordar el estudio de los accidentes desde el punto de vista de los análisis que  hay que realizar y las pericias. En la práctica, ello hace que sea muy difícil la determinación de responsabilidades y por ende tener elementos para juzgar lo sucedido.

 La mayoría de las cosas que podemos hacer es mejorar los comportamientos individuales.  El exceso de velocidad y conductores alcoholizados se llevan lejos el primer lugar como coadyuvantes.
Es fundamental el cumplimiento irrestricto de las reglas viales, entre ellas tenemos respeto a  las velocidades de circulación, realizando sobrepasos prudentes, dejando una adecuada distancia de seguimiento, respetando siempre las prioridades de paso, tratando de disminuir las distracciones. Es obvio que el conductor no consuma alcohol. 

El factor vehicular ha mejorado. A partir de acuerdos entre el estado y fabricantes se establecieron exigencias que brindan mayor seguridad. Sistema de frenosABS obligatorio. Además sistemas de airbags frontales y apoya cabezas. Anclajes para sillas infantiles. Y próximamente el control de estabilidad que ya tienen algunos modelos

Que se hace en el mundo:

   Teniendo en cuenta que  esta  pandemia de escala global  mata principalmente a  jóvenes de 15 a 24 años, en general no se duda en  aplicar la justicia retributiva para sancionar con firmeza a los transgresores.
 En Finlandia, un control de velocidad impone multas proporcionales al nivel económico del infractor; los conductores de autos de alta gama pagan cifras millonarias. 

En Rusia si el conductor está ebrio y produce una víctima fatal puede enfrentar hasta cadena perpetua. En Inglaterra esa pena es inevitable. En Texas un juez dicta prisión perpetua para un reincidente que, aunque no provocó víctimas, tiene ya 10 condenas por conducir en estado de ebriedad. En el sur de Francia un tribunal sentencia a 6 años de prisión a un conductor alcoholizado que mató pero también condena, con una pena menor, a su acompañante. 

En Chile la Ley vigente impone una escala penal de tres años y un día hasta 15 de máxima para quien maneje en estado de ebriedad y genere lesiones graves o muerte. Y obliga en cualquier caso a cumplir un mínimo de 1 año de cárcel efectiva sin opción a la libertad condicional.
En estos países las autoridades empujan el cambio cultural en el tránsito y no discuten si la prevención vial es más o menos importante que la sanción penal. Simplemente actúan y disuaden y aunque no tengan necesariamente empatía con las víctimas, las protegen. 

En nuestro país todavía, ni la administración de justicia ni la legislación están orientadas a penalizar el delito vial. Los accidentes de tránsito constituyen un problema de la Salud pública que de primera magnitud que debe ser abordado multifactorialmente.

En estos años si bien se ha trabajado intensamente para mejorar la seguridad vial, es mucho lo que queda por hacer. La infraestructura vial debe ser modernizada, los controles se tienen que profundizar y aún queda mucho por trabajar en cuanto a educación y concientización.

Manejar correctamente no solo es tener habilidad, precisión y pericia sino también cumplir las normas y llegar a destino sin consecuencias tanto para propios como para terceros. Por eso, es preciso acompañar todas las acciones públicas y privadas que propendan a mejorar la realidad vial.

    Entendemos  que todos tenemos el mismo objetivo independientemente de ideologías o roles: que cada día muera menos gente en siniestros de tránsito.

   La forma más eficaz de controlar esta pandemia que afecta principalmente a los jóvenes es intensificar los niveles de conocimiento,  principalmente de los niños. La educación nuevamente debe jugar su rol.

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