La presión arterial o como también se
la denomina, tensión arterial, es la presión que ejerce la sangre sobre
la pared de las arterias. El registro involucra una presión máxima y una
mínima. Los valores normales para adultos son inferiores a 140/90 mm
hg que, aunque polémicos para algunos, es aceptado por la mayoría de
los expertos. Lo óptimo se considera 120/80 mm hg. Este fue un tema
controversial que ocasionó largas discusiones entre los especialistas, a
través del tiempo.
La hipertensión arterial se produce cuando la presión de la sangre se
eleva en las arterias, es un fenómeno complejo determinado por muchos
factores de la fisiología del organismo. Heredamos de nuestros padres
una predisposición genética para ser hipertensos y luego cometemos
algunos errores en el estilo de vida que precipitan la aparición de la
enfermedad (por ejemplo el sobrepeso, sedentarismo, mala alimentación o
tabaquismo).
A pesar de que clásicamente se relaciona la elevación de la presión con
la cefalea (dolor de cabeza) se sabe que en general el cuadro es
silencioso y la única manera de saber los valores de presión es
controlar la presión por alguna persona que sepa realizarlo, es decir
tomar la presión.
Tenemos varias clasificaciones de la hipertensión arterial pero lo más
usual es definir de acuerdo a la causa, y allí tenemos lo que se conoce
como hipertensión arterial esencial, que es la forma de presentación más
frecuente el 90% y donde no se puede detectar una causa concreta, y el
5% restante la llamamos secundaria, porque se puede detectar una
patología que la produce y en la mayoría de los casos son alteraciones
del riñón o de sus arterias y causas hormonales.
Afortunadamente hay tratamiento farmacológico efectivo para esto, es
decir como tantas cosas en medicina si bien no se sabe exactamente qué
es lo que falla, tenemos remedios que son efectivos para controlar la
enfermedad y en algunos casos de hipertensión secundaria, tratando la
causa, se corrige la hipertensión.
Volviendo a la hipertensión esencial podemos decir que los tratamientos
pasan por lo que se conoce como medidas higiénico dietéticas, como ser
bajar de peso, aumentar el grado de actividad y fundamentalmente
disminuir o suprimir el consumo de sal. Esta última medida es altamente
efectiva y se calcula que disminuye la presión en un 8 a 10%. La dieta
hipo sódica es difícil de lograr, fundamentalmente por razones
culturales, recordemos que el pan, los fiambres, los quesos también
poseen mucha sal. En esto ayudan mucho las sales que tienen contenidos
más bajos de sodio, ya que es el elemento nocivo para la hipertensión y
más serio aun es que el organismo no necesita estas cargas adicionales
de sal ya que los alimentos por si mismos contienen sal.
Con respecto a los fármacos tenemos cuatro grupos altamente efectivos
para el tratamiento de la hipertensión arterial: los diuréticos, los
betabloqueantes, los vasodilatadores periféricos y los bloqueantes
cálcicos. Hay diferentes esquemas terapéuticos y hoy día lo moderno es
tratar con varias drogas a dosis bajas. El hecho es que salvo mínimas
excepciones la presión debe bajar sí o sí, con el esquema que sea. Pero a
pesar de estos esquemas efectivos de tratamiento, el abandono de la
medicación es significativamente alto. Ello obedece a múltiples causas,
muchas veces el paciente dice que dejó de tomar la medicación porque se
sentía bien, (en realidad la presión en general no se siente), o porque
le bajaron los valores y ello obedece al tratamiento, al suprimir los
fármacos vuelve a subir, o porque “no quiere tomar tantas pastillas”. En
realidad a veces dan ganas de sugerir: “Señor: haga lo que quiera, coma
lo que quiera pero por lo menos ¡tome las pastillas!”
Del total de los hipertensos sólo una minoría está bien tratado y con
los valores de presión normales. En Argentina, según el último informe
de la Sociedad Interamericana de Hipertensión, sólo el 18% de los
pacientes están bien tratados y con cifras en promedios normales de
presión. Lo mismo hemos podido apreciar en nuestra ciudad (Corrientes
Capital)
La hipertensión a veces es un signo, a veces un agravante y a veces
única enfermedad, hoy constituye un problema sanitario de primer nivel.
Se asocia a la cardiología, la nefrología, a la clínica médica a la
medicina general entre otras. Siempre presente en los Congresos de estas
especialidades, sigue siendo un desafío permanente, restando mucho para
ganar la batalla.
Además de los fármacos hay diferentes propuestas en las comunidades para
disminuir el consumo de sal. Un ejemplo que se realiza en algunos
países es ofrecer en algunos restaurantes platos sin sal, o quitar el
salero de la mesa. Otra iniciativa tiene que ver con la producción de
pan sin sodio y otros alimentos sin sodio. Se dice que esto logra
disminuir la prevalencia de hipertensión y problemas cardiovasculares.
La hipertensión necesita tratamiento permanente, cuando se diagnostica,
empezar el tratamiento cambia totalmente el pronóstico. Ni hablar en la
asociación con una enfermedad coronaria (infartos de corazón) o
diabetes.
Es una enfermedad que tiene que ver con todos los determinantes de la
salud, la biología, el ambiente, el estilo de vida y la atención
sanitaria. La tarea para el control epidemiológico implica trabajo en
todos los campos, control del consumo de sal, atención sanitaria
enfocada a la prevención y promoción de la salud, inclusive formación en
la escuela primaria y secundaria dirigida a estos temas. Todas las
estrategias son necesarias para controlar este flagelo.
Una recomendación para finalizar; todas las personas deben conocer su
presión, pero sobre todo aquellos mayores de 30 años y con alguno de sus
padres hipertensos, por que son los que tienen mayor riesgo de contraer
esta enfermedad silenciosa pero que sin tratamiento puede causar
invalidez y muerte precoz.
Recordamos la epidemia del siglo XXI que son las enfermedades crónicas
no transmisibles que incluyen: las enfermedades vasculares, enfermedades
respiratorias crónicas, Cáncer y la diabetes. La hipertensión arterial
es un agravante esencial en la evolución de las enfermedades vasculares y
la diabetes. El control epidemiológico de la hipertensión debe
constituir un objetivo básico en los programas para una mejor salud en
el mundo y ello será incidente en la disminución en la mortalidad por
enfermedades vasculares.
Autor: Eduardo Tassano Master en Gerenciamiento En Sistemas y Servicios de Salud
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