OPINIONES – Dr. Eduardo Tassano

jueves, 5 de febrero de 2015




Un infarto del corazón es un evento serio y muchas veces grave, que genera muchas incógnitas en el paciente que lo padece.

Hace algunas décadas, en tiempos que se sabía menos de este cuadro, el paciente era prácticamente considerado un inválido. Se le sugería unos seis meses de reposo físico y laboral. Se creaba un ambiente de extremo temor a los esfuerzos y vivir emociones fuertes. Todos los pacientes eran tratados de la misma manera.
Con el tiempo se fueron diferenciando los cuadros. Hoy se busca la reinserción total del paciente a sus actividades habituales buscando una vida saludable.


La asociación del infarto con la muerte súbita lo ubica como una entidad peligrosa y de mucho cuidado, sobre todo en la fase aguda.

Se encuentra entre los males cardiovasculares que constituyen la primera causa de enfermedad y muerte en el mundo, en la que la herencia, las malas dietas, la poca actividad física, el tabaquismo y la hipertensión arterial son factores de riesgo sumamente incidentes.  

El infarto se produce cuando la circulación del corazón se ve afectada, ya sea por una obstrucción parcial o total de las  arterias coronarias. Las arterias coronarias son las arterias que llevan el oxígeno y los nutrientes que necesita el corazón para su funcionamiento. 

Una obstrucción de alguna de las arterias impide la normal circulación. Así se produce la isquemia (falta de oxígeno) del territorio implicado, si esto se sostiene en el tiempo se produce  la muerte de ese tejido que no es ni más ni menos que un infarto.

El corazón, que es una bomba muscular, va perdiendo su capacidad de “bombeo” y eso afecta la circulación de todo el organismo.

No todos los infartos poseen el mismo tratamiento. La gravedad y el pronóstico dependen del tamaño del mismo. A mayor tamaño peor pronóstico y evolución.  

Durante la evolución de un infarto hay un momento inicial de peligro. En esas  primeras horas, se pueden producir arritmias graves que pueden ser mortales. En esto no hay influencia del tamaño del infarto. En estas primera horas es crucial que el paciente esté en una unidad coronaria, o unidad de terapia intensiva, justamente para tratar estas arritmias.

Luego de esas primeras horas influye mucho en la evolución, como decíamos, el tamaño del infarto.
Luego del infarto puede ocurrir que si es de tamaño chico no se vea afectada la función global del corazón y el paciente puede reintegrarse a una vida prácticamente normal.

Si el infarto ha sido de gran tamaño, el corazón pierde sus condiciones de funcionamiento global y vamos hacia lo que se llama insuficiencia cardiaca y, obviamente, esto implica mayores cuidados, menor capacidad de ejercicio y tratamiento con mas fármacos. Entre los de mayor y menor tamaño existe una franja intermedia que hace un manejo particular e individual de cada paciente con un infarto. 

Luego del infarto surgen al paciente y a los familiares algunas preguntas. ¿Puedo realizar ejercicio físico después de sufrir un infarto? ¿Qué alimentación debo llevar? ¿Cómo será mi vida laboral? Entre otras.
Hace algunas décadas, en tiempos que se sabía menos de este cuadro, el paciente era prácticamente considerado un inválido. 

Se le sugería unos seis meses de reposo físico y laboral. Se creaba un ambiente de extremo temor a los esfuerzos y vivir emociones fuertes. Todos los pacientes eran tratados de la misma manera. 

Con el tiempo se fueron diferenciando los cuadros. Hoy se busca la reinserción total del paciente a sus actividades habituales buscando una vida saludable.
Actualmente se pretende restar dramatismo al infarto, haciendo hincapié en que "el cumplimiento de las medidas preventivas, los controles periódicos, los cambios en el estilo de vida y el tratamiento adecuado permiten que el pronóstico después de un ataque cardiaco pueda ser excelente".

Los modernos cuidados de atención cardiaca hacen que muchos pacientes ingresen a la etapa de rehabilitación.
El primer concepto a tener presente es que en esta etapa es muy importante considerar tanto los aspectos físicos como psicológicos. 

Desde el punto de vista psicológico es muy frecuente la depresión, a la que no hay que minimizar y tratar con todo. Imagínense  una persona de alrededor de 50 a 60 años en la plenitud de su vida, en general con personalidad fuerte, pensando con omnipotencia de que nunca le va a suceder nada, se encuentra de golpe con una enfermedad que lo enfrenta a la muerte. 

La rehabilitación post infarto en general se divide en tres etapas. 

      La primera es la fase hospitalaria, cuando el paciente está aún en el hospital y se busca el fortalecimiento psicológico y se empiezan algunos movimientos físicos. Además es el momento en el que hay que dar grandes explicaciones para calmar la ansiedad del paciente y el entorno familiar. 

      La segunda etapa se realiza en un gimnasio de rehabilitación con supervisión médica. Se va probando la tolerancia al ejercicio físico y sacando las dudas y temores del paciente. Dura alrededor de tres meses.
      La tercera fase es luego de este tiempo y debe prolongarse todo el tiempo restante, manteniendo el paciente los hábitos saludables.

El otro concepto importante es que de acuerdo a la evolución es muy favorable en general  la reinserción lo más precoz posible del paciente a su actividad laboral. 
Diversas investigaciones han demostrado que la participación en un programa de rehabilitación cardiaca después de un infarto de miocardio mejora la supervivencia, disminuye el riesgo de infarto de miocardio recurrente y mejora la capacidad funcional de ejercicio.

A pesar de sus beneficios conocidos, la rehabilitación cardiaca permanece infrautilizada por los sobrevivientes de un infarto de miocardio, con tasas de participación de tan sólo el 14% en algunas series. Esta resistencia de los pacientes los priva de una mejor calidad de vida luego del infarto.  

Todo esto se completa con la modificación de las conductas relacionadas con el estilo de vida, como el tabaquismo, los patrones de alimentación con abundancia de grasas, los hábitos sedentarios y los métodos para hacer frente al estrés.

 Del mismo modo, un mejor cumplimiento de las pautas terapéuticas para el tratamiento de la hipertensión, la diabetes y las dislipemias puede prevenir la aparición o la progresión de la enfermedad aterosclerótica.

Tanto para el paciente como para los servicios de salud, y valorando los costos individuales y sociales que significan las enfermedades cardiovasculares, es perentorio contar con una organización que atienda estos casos en los cuales la rehabilitación cardiovascular constituye un arma de primera clase en el enfoque estratégico del control de esta enfermedad epidémica.

Eduardo Tassano
Máster en Gerenciamiento
en servicios y sistemas de salud
Especial para época




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