Un infarto del corazón es un evento serio y muchas
veces grave, que genera muchas incógnitas en el paciente que lo padece.
Hace algunas décadas, en tiempos que se sabía menos de
este cuadro, el paciente era prácticamente considerado un inválido. Se le
sugería unos seis meses de reposo físico y laboral. Se creaba un ambiente de
extremo temor a los esfuerzos y vivir emociones fuertes. Todos los pacientes
eran tratados de la misma manera.
Con el tiempo se fueron diferenciando los cuadros. Hoy
se busca la reinserción total del paciente a sus actividades habituales
buscando una vida saludable.
La asociación del infarto con la muerte súbita lo
ubica como una entidad peligrosa y de mucho cuidado, sobre todo en la fase
aguda.
Se encuentra entre los males cardiovasculares que
constituyen la primera causa de enfermedad y muerte en el mundo, en la que la
herencia, las malas dietas, la poca actividad física, el tabaquismo y la
hipertensión arterial son factores de riesgo sumamente incidentes.
El infarto se produce cuando la circulación del
corazón se ve afectada, ya sea por una obstrucción parcial o total de las arterias coronarias. Las arterias coronarias
son las arterias que llevan el oxígeno y los nutrientes que necesita el corazón
para su funcionamiento.
Una obstrucción de alguna de las arterias impide la
normal circulación. Así se produce la isquemia (falta de oxígeno) del
territorio implicado, si esto se sostiene en el tiempo se produce la muerte de ese tejido que no es ni más ni
menos que un infarto.
El corazón, que es una bomba muscular, va perdiendo su
capacidad de “bombeo” y eso afecta la circulación de todo el organismo.
No todos los infartos poseen el mismo tratamiento. La
gravedad y el pronóstico dependen del tamaño del mismo. A mayor tamaño peor
pronóstico y evolución.
Durante la evolución de un infarto hay un momento
inicial de peligro. En esas primeras
horas, se pueden producir arritmias graves que pueden ser mortales. En esto no
hay influencia del tamaño del infarto. En estas primera horas es crucial que el
paciente esté en una unidad coronaria, o unidad de terapia intensiva,
justamente para tratar estas arritmias.
Luego de esas primeras horas influye mucho en la
evolución, como decíamos, el tamaño del infarto.
Luego del infarto puede ocurrir que si es de tamaño
chico no se vea afectada la función global del corazón y el paciente puede
reintegrarse a una vida prácticamente normal.
Si el infarto ha sido de gran tamaño, el corazón
pierde sus condiciones de funcionamiento global y vamos hacia lo que se llama
insuficiencia cardiaca y, obviamente, esto implica mayores cuidados, menor
capacidad de ejercicio y tratamiento con mas fármacos. Entre los de mayor y
menor tamaño existe una franja intermedia que hace un manejo particular e
individual de cada paciente con un infarto.
Luego del infarto surgen al paciente y a los
familiares algunas preguntas. ¿Puedo realizar ejercicio físico después de
sufrir un infarto? ¿Qué alimentación debo llevar? ¿Cómo será mi vida laboral?
Entre otras.
Hace algunas décadas, en tiempos que se sabía menos de
este cuadro, el paciente era prácticamente considerado un inválido.
Se le
sugería unos seis meses de reposo físico y laboral. Se creaba un ambiente de
extremo temor a los esfuerzos y vivir emociones fuertes. Todos los pacientes
eran tratados de la misma manera.
Con el tiempo se fueron diferenciando los cuadros. Hoy
se busca la reinserción total del paciente a sus actividades habituales
buscando una vida saludable.
Actualmente se pretende restar dramatismo al infarto,
haciendo hincapié en que "el cumplimiento de las medidas preventivas, los
controles periódicos, los cambios en el estilo de vida y el tratamiento
adecuado permiten que el pronóstico después de un ataque cardiaco pueda ser
excelente".
Los modernos cuidados de atención cardiaca hacen que
muchos pacientes ingresen a la etapa de rehabilitación.
El primer concepto a tener presente es que en esta
etapa es muy importante considerar tanto los aspectos físicos como psicológicos.
Desde el punto de vista psicológico es muy frecuente
la depresión, a la que no hay que minimizar y tratar con todo. Imagínense una persona de alrededor de 50 a 60 años en la plenitud de
su vida, en general con personalidad fuerte, pensando con omnipotencia de que
nunca le va a suceder nada, se encuentra de golpe con una enfermedad que lo
enfrenta a la muerte.
La rehabilitación post infarto en general se divide en
tres etapas.
• La primera
es la fase hospitalaria, cuando el paciente está aún en el hospital y se busca
el fortalecimiento psicológico y se empiezan algunos movimientos físicos.
Además es el momento en el que hay que dar grandes explicaciones para calmar la
ansiedad del paciente y el entorno familiar.
• La segunda
etapa se realiza en un gimnasio de rehabilitación con supervisión médica. Se va
probando la tolerancia al ejercicio físico y sacando las dudas y temores del
paciente. Dura alrededor de tres meses.
• La tercera
fase es luego de este tiempo y debe prolongarse todo el tiempo restante, manteniendo
el paciente los hábitos saludables.
El otro concepto importante es que de acuerdo a la
evolución es muy favorable en general la
reinserción lo más precoz posible del paciente a su actividad laboral.
Diversas investigaciones han demostrado que la
participación en un programa de rehabilitación cardiaca después de un infarto
de miocardio mejora la supervivencia, disminuye el riesgo de infarto de
miocardio recurrente y mejora la capacidad funcional de ejercicio.
A pesar de sus beneficios conocidos, la rehabilitación
cardiaca permanece infrautilizada por los sobrevivientes de un infarto de
miocardio, con tasas de participación de tan sólo el 14% en algunas series. Esta
resistencia de los pacientes los priva de una mejor calidad de vida luego del
infarto.
Todo esto se completa con la modificación de las
conductas relacionadas con el estilo de vida, como el tabaquismo, los patrones
de alimentación con abundancia de grasas, los hábitos sedentarios y los métodos
para hacer frente al estrés.
Del mismo modo, un mejor cumplimiento de las
pautas terapéuticas para el tratamiento de la hipertensión, la diabetes y las
dislipemias puede prevenir la aparición o la progresión de la enfermedad
aterosclerótica.
Tanto para el paciente como para los servicios de
salud, y valorando los costos individuales y sociales que significan las
enfermedades cardiovasculares, es perentorio contar con una organización que
atienda estos casos en los cuales la rehabilitación cardiovascular constituye
un arma de primera clase en el enfoque estratégico del control de esta
enfermedad epidémica.
Eduardo Tassano
Máster en Gerenciamiento
en servicios y sistemas de salud
Especial para época
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