Las células del cuerpo humano están diferenciadas según los
diferentes tejidos que lo constituyen.
Desde la unión del espermatozoide con el óvulo y la
formación del embrión, las células se van diferenciando y especializando para
constituir los diferentes tejidos y órganos. Cuanto más se van diferenciando y
especializando van perdiendo la capacidad de reproducirse o regenerarse. En
consecuencia, cuando ocurre algún daño en cualquier órgano, como el corazón o
el hígado, este no tiene posibilidades de que se forme nuevo tejido. Es decir,
el sector dañado no se recupera y eso va causando el deterioro de la función de
ése órgano.
Sin embargo hay tejidos que por su trabajo poseen la
capacidad de regenerarse rápido como las células de la sangre, que necesitan
formar glóbulos rojos y blancos muy rápido. La otra propiedad que tiene el
organismo es la de la cicatrización, ya que por ese mecanismo se tapan muchas
de las “heridas que tiene el organismo” por ejemplo a nivel de la piel. También
la cicatrización corrige los tejidos dañados como el corazón. A medida que el
corazón cicatriza, el músculo muerto se sustituye por tejido cicatrizado, pero
al no latir como el músculo del corazón, la capacidad de bombear sangre a
través del cuerpo se reduce.
Hay que tener en cuenta varias premisas:
Primero recordar que al unirse el espermatozoide y el óvulo
en la concepción “se activa” el sistema de reproducción y crecimiento del
embrión, y las células se van dividiendo hasta conformar el nuevo ser. Este es
un proceso maravilloso y perfectamente sincronizado en el cual se sigue la
secuencia que el código genético establece.
Estas primeras células embrionarias que son las que
originarán el cuerpo humano, tienen la potencialidad de generar todas las
células y tejidos del organismo. De allí surge, el nombre de células troncales (o stem cells en inglés) o
células madre.
La idea, desde el punto de vista médico, es aprovechar estas
posibilidades de este tipo de células e implantarlas en tejidos dañados que no
tienen posibilidad de regenerarse. Así reparar y recuperar a la persona de
enfermedades o situaciones incurables como por ejemplo el tejido dañado
definitivamente de un infarto de corazón.
Esto abre la posibilidad de tratar enfermedades
degenerativas de tejidos, como Parkinson, Alzheimer, diabetes que son males de
deterioro celular. En realidad, existen cerca de 60 enfermedades que podrían
beneficiarse con esta tecnología. Son prácticas que tienen recién 7 a 9 años y
se consideran aún en una fase experimental. Sin embargo, la rapidez con la que
avanzan las investigaciones constituye una esperanza para mejorar la calidad de
vida.
Existen dos tipos de células madre: las embrionarias y las
adultas. Las embrionarias como su nombre lo indica son del embrión y son las
que originan el resto del organismo. Las adultas se encuentran repartidas en
diversos tejidos del sujeto adulto, cordón umbilical, médula ósea, entre los
más conocidos.
Diferencia entre células embrionarias y adultas
La primera diferencia es relativa al potencial de
diversificación. Las embrionarias tienen un gran potencial, pueden convertirse
en todo tipo de células, rápidamente (se las llama por ello totipotenciales).
Las células madre adultas tienen un menor potencial, pudiendo convertirse en
varios tipos de células (se las llama pluripotenciales).
La segunda diferencia es de carácter ético. Las embrionarias
son obtenidas del embrión el cual ya es considerado una persona por la Iglesia
católica. De esa manera la utilización de los embriones no es aceptada o es
éticamente discutible.
Si bien la idea es buena, la implantación de estas células
madre presenta dos problemas sustanciales: en primer lugar, si se implantan de
un organismo a otro surgen los problemas de rechazo del tejido como cualquier
trasplante. El segundo problema es que estas células crecen indefinidamente y
pueden provocar tumores. De esa manera lo que se pensó para evitar el rechazo,
es implantar células madre propias del
mismo sujeto. Como si fuera un autotrasplante.
En 2002 en Minnesota (Estados Unidos) se descubrió que en la
medula ósea (lugar donde se producen las células de la sangre del humano) del
adulto había células muy parecidas a las embrionarias, y se llamaron células
madres adultas. Éstas no plantean ningún problema ético porque son células
somáticas o adultas que se pueden cultivar y convertirlas en cualquier otro
tipo de tejido. Además, al ser extraídas de mismo paciente a tratar, estas no
generan rechazo alguno.
En el año 2007 se cambia el paradigma, el doctor Yamanaka de
Japón logra que células del adulto puedan reprogramarse, y lograr la
potencialidad de regenerarse. Es decir, tomando células de la piel o el tejido
conectivo debajo de la piel, modifica algunos genes y estas células recobran la
posibilidad de regenerar tejidos que como sabemos, antes no se podía. Esta
genial idea le valió al doctor Yamanaka
la obtención del Premio Nobel en el 2012. Este proceso se llama reprogramación
de células, también es conocido como IPS (células con pluripotencialidad
inducida).
Las ventajas técnicas de las IPS son muchas, las más
importantes son: no inducen rechazo inmunológico lo que abre la posibilidad de
crear fármacos específicos para un paciente determinado; no requiere la
utilización de óvulos humanos, la técnica es muy fácil de realizarse y su costo
es reducido.
Concluyendo, la aplicación fundamental de las células madre,
es la medicina regenerativa. Hasta el momento tanto en humanos como en
animales, las investigaciones que se están haciendo nos dan esperanzas para el
tratamiento de infartos de corazón, curación de fracturas, la alopecia,
regeneración de la piel, de venas, arterias, músculos y articulaciones, la
construcción de un corazón o un pulmón bioartificial entre otros.
Muchos proyectos de investigación están en marcha y algunos
pocos ya se están aplicando en humanos. El tiempo dará a esta nueva arma de la
medicina, el real papel que deberá cumplir.
Eduardo Tassano
Máster en gerenciamiento en servicios y sistemas de salud
Especial para época
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