Las adicciones cancelan la dignidad y la libertad de
los seres humanos, destruyen vidas, desintegran familias, violentan comunidades
y debilitan naciones.
Según el Informe Mundial de las drogas 2012, se
calcula que unos 230 millones de personas, es decir, el 5 por ciento de la
población adulta mundial (de 15 a 64 años), consumió una droga ilícita en ese
último año.
En 1987, la Asamblea General de la ONU estableció el
día 26 de junio de cada año como el Día Internacional de la lucha contra el uso
indebido y el tráfico ilícito de drogas, para dar una muestra de su
determinación en fortalecer las actividades necesarias para alcanzar el
objetivo de una sociedad internacional libre del abuso de drogas.
El 23 de febrero de 1990, durante el período
extraordinario de sesiones dedicado al uso indebido de drogas, la Asamblea
aprobó El Programa Mundial de Acción contra las Drogas Ilícitas y declaró que
se observaría el Día Internacional como parte de las acciones para conseguir
que el público tuviera mayor conciencia de la lucha contra el uso indebido y
promover la adopción de medidas preventivas.
Según el Informe Mundial de las drogas 2012, se
calcula que unos 230 millones de personas, es decir, el 5 por ciento de la
población adulta mundial (de 15 a 64 años), consumió una droga ilícita en ese
último año.
La drogadicción es una enfermedad que consiste en la
dependencia de sustancias que afectan el sistema nervioso central y las
funciones cerebrales, produciendo alteraciones en el comportamiento, la
percepción, el juicio y las emociones. Los efectos de las drogas son diversos,
dependiendo del tipo de droga y la cantidad o frecuencia con la que se consume.
Pueden producir alucinaciones, intensificar o entorpecer los sentidos, provocar
sensaciones de euforia o desesperación. Algunas drogas pueden incluso llevar a
la locura o la muerte.
Lo grave es cuando se produce la dependencia, ésta
puede ser física o psíquica. La ausencia de droga produce el síndrome de
abstinencia, o la necesidad imperiosa de tener la droga.
Los adolescentes y los adultos jóvenes son especialmente
vulnerables al consumo de drogas.
La prevalencia
de consumo de drogas entre los jóvenes duplica con creces la de la población
general. La presión del grupo social para experimentar con drogas puede ser
intensa, y con frecuencia la autoestima de los jóvenes es baja. Además, quienes
consumen drogas suelen estar mal informados o no son suficientemente
conscientes de los riesgos que ello conlleva para la salud.
La lucha contra la droga se enfrenta a un nuevo
problema: la aparición de nuevas drogas psicoactivas. Hay que explicar a los
jóvenes los efectos nocivos de las nuevas sustancias psicoactivas. En venta
libre, incluso por Internet, estas sustancias, que no han sido probadas en
seres humanos, pueden ser mucho más peligrosas que las drogas tradicionales.
Comercializadas como “euforizantes legales”,
“productos químicos de investigación”, “comida vegetal” y “sales de baño”, las
nuevas sustancias psicoactivas están proliferando a un ritmo sin precedentes.
El uso de estos términos da una apariencia de
legalidad y hace pensar a los jóvenes que no corren riesgos.
El gran número de sustancias psicoactivas que
aparecen, casi semanalmente, a lo que se añaden la falta de comprensión de los
efectos adversos y el potencial adictivo de estas sustancias no controladas, suponen
un importante reto a la salud pública. A menudo, la diferencia entre una dosis
“segura” y una dosis tóxica es muy pequeña y las sustancias psicoactivas se han
asociado a muertes, delirio y comportamientos violentos. La mezcla de estas
sustancias, que a veces se compran sin saber, ha tenido efectos impredecibles y
a veces desastrosos.
Hace años ya que la cultura impuesta asiste al
creciente consumo de sustancias legales e ilegales. La promoción de la oferta
ha sido en estos tiempos, a nuestro pesar, más exitoso que la promoción de
salud. Las estrategias preventivas, pese a los esfuerzos de distintos
organismos, resultan escasas frente a la insistencia al consumo donde asocian
sus objetivos los narcotraficantes tanto como las corporaciones, que legitimadas
jurídicamente, se despreocupan del daño que produce el consumo de sus
productos, tales como alcohol, tabaco o
los fármacos automedicados, alentados por la arrasadora producción de estímulo
al consumo, núcleo de la publicidad y esencia comercial de las empresas de
comunicación.
Buscan consumidores y también coinciden en buscarlos
cada vez más jóvenes. La cultura actual les favorece sus objetivos, ya que allí
donde el malestar habita, se promueven sueños de erradicar sufrimientos a
través de químicos u otros objetos portadores de ilusión de bienestar o
felicidad efímera.
En este costado del malestar extendido de la
comunidad, debemos redoblar los esfuerzos para promover salud y generar
posturas críticas al modelo consumista.
Las adicciones cancelan la dignidad y la libertad de
los seres humanos, destruyen vidas, desintegran familias, violentan comunidades
y debilitan naciones.
El consumo de drogas perjudica a las personas, las
familias y a la sociedad en su conjunto. Las drogas controlan el cuerpo y la mente
de quienes las consumen, los cultivos de las plantas que las producen y los
cárteles de traficantes controlan a los agricultores, y el narcotráfico y la
delincuencia controlan a las comunidades.
Para llevar un estilo de vida saludable hay que tomar decisiones
que respeten el cuerpo y la mente. Y para tomar esas decisiones, los jóvenes
necesitan orientación de personas que sean sus modelos y conocer la dura
realidad del consumo de drogas. La campaña internacional ofrece a los jóvenes y
demás personas instrumentos que les informen de los riesgos para la salud que
supone tal consumo.
Esta lucha es un trabajo colectivo en el que están
implicados no sólo las autoridades, sino también padres, maestros, personal de
salud, trabajadores sociales, jueces y medios de comunicación.
En nuestro medio son incesantes los esfuerzos que
realizan las autoridades sanitarias, organizaciones no gubernamentales y hasta
es común que las comunidades religiosas se concentren en especial en la lucha
contra las adicciones.
En las iglesias
católicas o cristianas y de cualquier tipo es común generar grupos de trabajo y tratamiento para
jóvenes que están sufriendo adicciones. Podemos afirmar que hay gran conciencia
que el problema puede horadar realmente las bases de la sociedad. No obstante
todo esto no parece suficiente.
Hoy monseñor Stanovnik, a las 20 en la iglesia Catedral,
celebrará una misa con motivo de la conmemoración de este día. Esto es símbolo
del lugar que ocupa este tema en la sociedad y momento actual.
Eduardo Tassano
Máster en Gerenciamiento en
servicios y sistemas de salud
Especial para época
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