OPINIONES – Dr. Eduardo Tassano

jueves, 17 de julio de 2014

La epidemia silenciosa de pastillas para “combatir la ansiedad y el estrés”





Si bien es polémica la afirmación, los ansiolíticos no producen cura de los trastornos de ansiedad.

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El uso de los ansiolíticos se fue banalizando. Se utiliza “en defensa propia”, como un refugio frente a las amenazas de la vida cotidiana. Pero hay que saber que este médicamente tiene su eficacia pero no significa la solución total del problema.


Según la última encuesta del Observatorio Nacional de Drogas, más de tres millones de argentinos consumen pastillas para tranquilizarse. El 40% lo hace según su propio criterio. Se trata de uno de los medicamentos más automedicados en nuestro país. Son de diferentes marcas. Las drogas (genéricos) más conocidas son el bromazepam, clonazepam, diazepam, entre otras.

Es una práctica que, con o sin recomendación médica, creció más de un 40% en los últimos diez años. En Argentina, el consumo de ansiolíticos creció el 5% en 2013. 

La epidemia silenciosa de pastillas para “combatir la ansiedad y el estrés” se advierte en la facturación: los medicamentos del sistema nervioso superan a los del aparato digestivo o de las enfermedades cardiovasculares.

El uso del medicamento se fue banalizando. Se utiliza “en defensa propia”, como un refugio frente a las amenazas de la vida cotidiana. Es como que socialmente las pastillas fueron aceptadas.

Cualquier persona admite que las toma para poder dormir, buscar un poco de calma, para superar el estrés de una pérdida, por la presión que le generan sus hijos, la autoexigencia personal o la incertidumbre laboral, para “bancar” la depresión o bajar la ansiedad o para no estar triste. Motivos hay miles. Cada uno va respondiendo a los peligros emocionales de cada día con su propia droga.

Por lo general, el medicamento que fue recetado alguna vez por un tiempo breve, queda bajo gobierno del paciente, que vuelve a recurrir a la caja de pastillas para intentar restablecer el equilibrio emocional, aunque fuese en forma momentánea. Es un hábito, un antídoto contra la ansiedad. Poca gente se permite tiempo para vivenciar la tristeza, en parte porque la propia sociedad demanda “no estar triste”. Hay menos tolerancia a los quiebres emocionales, más apuro por resolver situaciones de malestar. La vida es más acelerada.

Especialistas coinciden que la ansiedad es el mal de época. La ansiedad es una reacción emocional ante la percepción de una amenaza o peligro. La gente siente que carece de recursos para enfrentarlos.

¿La ansiedad siempre es una respuesta normal? Cuando es desmedida o innecesaria respecto de la situación y afecta la vida de quien la padece, se transforma en algo patológico.

Un ansiolítico o tranquilizante menor es un fármaco con acción depresora del sistema nervioso central, destinado a disminuir o eliminar los síntomas de la ansiedad. Fármaco ansiolítico ideal es aquel que alivia o suprime el síntoma de ansiedad, sin producir sedación o sueño.

El tratamiento de la ansiedad y del insomnio debe ser limitado en el tiempo si es posible, ya que se puede producir tolerancia y dependencia; además, la retirada del fármaco puede hacer que vuelva a aparecer el insomnio y la ansiedad.

Si bien es polémica la afirmación los ansiolíticos no producen cura de los trastornos de ansiedad.

Abordan el síntoma de una manera temporal,  mientras duren los efectos del fármaco. Los ansiolíticos en ningún caso van a hacer que ante determinadas situaciones deje de tener ansiedad, o que se  padezca ansiedad en momentos que no debería. 

Hay que saber que los ansiolíticos tienen su eficacia pero no significan la solución total del problema. Hay una indicación aceptada y es cuando los ansiolíticos se usan a dosis reducidas para que la persona aprenda a manejar mejor sus síntomas ansiosos.

De esa manera se evitan los niveles de ansiedad elevados y la persona puede manejar mejor la situación que lo afecta.  Se pretende que una vez que se tienen las armas para manejar la ansiedad se deben retirar los ansiolíticos.
El otro problema no menos importante es que en ocasiones  acaban cronificando la ansiedad. 

Es por ello que se debe hacer un uso muy controlado tanto por el psiquiatra como por el psicólogo que son los aptos para  el tratamiento de los trastornos de ansiedad. La ansiedad es una respuesta fisiológica de nuestro organismo que siempre tendremos, como la respuesta de tengo hambre o sueño, por lo que no se puede eliminar, aunque sí controlar.

El problema de la ansiedad es que se alimenta de nuestros miedos y pensamientos y si al mínimo síntoma de ansiedad tengo que recurrir a una pastilla lo que estoy haciendo es sensibilizarme a los síntomas de la ansiedad. Por lo que cada vez tolero menos la ansiedad, no puedo sentir ni un poquito de ansiedad, de lo contrario me alarmo y se me dispara la ansiedad.

Lo aconsejable es tomar por periodos que pueden ser más o menos variables buscando “aprender” mecanismos para controlar la ansiedad. No es recomendable estar más de ocho semanas tomándolos ya que como hemos comentado tienen un fuerte componente adictivo, y si prolongamos su toma deberemos aumentar la dosis para obtener el mismo efecto y por eso es tan importante la supervisión de un especialista, para que tomemos el fármaco mientras estamos realizando un tratamiento psicológico y así luego lo podamos dejar.

Hay investigaciones que revelan que de la población que tomó ansiolíticos el 38% tiene dificultades para dormir tras dejar de tomarlos y a un 37% les aumenta la ansiedad.

La dependencia que se crea es tanto a nivel físico como sicológico. Tras el abandono de la medicación es frecuente poder sentir a nivel físico: mareos, vértigos, temblores,  y a nivel psicológico un aumento temporal de la ansiedad, irritabilidad, insomnio.

No son menos importantes los efectos secundarios de los ansiolíticos: son comunes  los problemas de memoria,  generación de sueño, enlentecimiento motor y cognitivo, en raras ocasiones disminución de la líbido o impotencia, y en otros casos aumento de peso. Sin embargo,  el efecto secundario más peligroso es el potencial adictivo del fármaco, ya que se  adquiere una elevada tolerancia y cada vez  se necesita una mayor dosis del ansiolítico para notar los efectos de éste.

Por lo que queda claro que el dejar este tipo de medicación ha de hacerse bajo una correcta supervisión y nuevamente nos vuelve a plantear la idoneidad de su uso, ya que comporta tener muchos elementos bien claros y controlados.
Mucho cuidado entonces con estos medicamentos, no son tan inocuos como parecen.

Dr. Eduardo Tassano
Máster en Gerenciamiento en
sistemas y servicios de salud
Especial para época

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