Se trata de una enfermedad crónica caracterizada por un incremento continuo de las cifras de la presión sanguínea en las arterias. Se la asocia a tasas de muerte considerablemente elevadas.La tensión arterial se toma en general en arterias del brazo y se valora la presión máxima o sistólica y la mínima o diastólica. Aunque no hay un límite estricto que permita definir el valor, se considera que una presión máxima sostenida por encima de 139 mm hg o una presión mínima sostenida mayor de 89 mm hg están asociadas con un daño real al organismo.
La hipertensión arterial (HTA) se asocia a tasas de enfermedad y muerte considerablemente elevadas, por lo que se considera uno de los problemas más importantes de salud pública en el mundo. La hipertensión es una enfermedad donde por mucho tiempo nada se siente. No obstante es fácil de detectar; y si no se trata causa complicaciones graves y letales. La hipertensión crónica es el factor de riesgo modificable más importante para desarrollar enfermedades cardiovasculares, así como para la enfermedad cerebrovascular y renal.
En el 90% de los casos la causa de la HTA es desconocida, por lo cual se denomina “hipertensión arterial esencial”, con una fuerte influencia hereditaria. Cuando se sabe la causa estamos ante lo que se llama hipertensión arterial secundaria, y esto se da entre el 5 y 10% de los casos. Al corregirse la causa se corrige la hipertensión arterial.
El sistema circulatorio para su funcionamiento cuenta con el corazón que es la bomba muscular que, al latir, hace que se impulse la sangre a todo el organismo. El corazón “bombea” la sangre que es donde se transportan los glóbulos rojos, que llevan el oxígeno y otros nutrientes que son indispensables para las células y tejidos de todo el organismo.
El daño inicial se da a nivel de las arterias que componen el sistema circulatorio. Las arterias de todo el organismo tienen tres capas en su composición, la íntima, la media y la capa externa. La capa íntima es la que está en contacto con la sangre y consta de una lámina muy delicada y suave para permitir que la sangre circule sin inconvenientes. Esa lámina se llama endotelio y sus células tienen una vida muy activa que contribuyen al normal funcionamiento del mismo.
En la hipertensión arterial esto se altera y el endotelio funciona mal y esto es el comienzo del daño arterial que luego se extiende a la capa media. Este mal funcionamiento está acompañado de vasoconstricción e inflamación del endotelio perdiéndose esa fina y delicada lámina que permitía la libre circulación.
En la sangre circulan plaquetas y sustancias que al dañarse el vaso por dentro favorecen mecanismos de coagulación y en ese estado los vasos se tapan u obstruyen. Al interrumpirse el flujo de sangre deja de circular la sangre y deja de llegar oxígeno y nutrientes a los tejidos con el consecuente sufrimiento de los mismos. Ese sufrimiento se traduce en infartos o muerte de esos tejidos. Si eso tiene lugar en el corazón se llama infarto de corazón.
Además, con el tiempo las arterias se van endureciendo llevando progresivamente a la aterosclerosis, siendo la hipertensión arterial uno de los factores más importantes. Este daño progresivo va afectando las arterias de todo el cuerpo, cerebro, corazón, riñones y se puede observar en las arterias del ojo que son fácilmente visualizables en un examen que se llama fondo de ojo.
La hipertensión arterial crónica no tratada causa con el tiempo complicaciones severas: los órganos cuya estructura y función se ven alterados a consecuencia de la hipertensión arterial no tratada o no controlada se denominan “órganos blanco” e incluyen el sistema nervioso central, arterias periféricas, corazón y riñones. La asociación entre la presión arterial y el riesgo de enfermedades del corazón, infarto agudo de miocardio, derrame cerebral y enfermedades renales es independiente de otros factores de riesgo.
Por ejemplo, en individuos comprendidos entre las edades de 40 y 70 años de edad, cuando la presión arterial se eleva y partiendo de 115/75, cada incremente de 20 mm hg de la presión máxima o 10 mm hg de la presión mínima duplica el riesgo de aparición de alguna de estas enfermedades.
Sistema nervioso central: la hipertensión arterial continua y no tratada puede causar un accidente cerebrovascular por formación de un trombo o “coagulo interno” o por la circulación de un embolo, uno u otro impiden el paso de sangre, al faltar el oxígeno, el tejido cerebral se infarta.
Corazón: al elevarse la presión, el corazón debe “trabajar” contra una presión mayor del sistema circulatorio y esto hace que el mismo corazón que es una bomba muscular, se desarrolle como cualquier músculo. Ese desarrollo hacia el agrandamiento se llama hipertrofia y ahí comienzan las modificaciones de la forma del corazón. Con el tiempo esto puede devenir en una dilatación del mismo y pérdida de eficiencia en el trabajo del mismo, lo que es el comienzo de la insuficiencia cardiaca y que muestra un corazón dilatado o “corazón grande”. Por otra parte las arterias que llevan la sangre al corazón son las arterias coronarias, por el daño generalizado estas arterias también se dañan y con el tiempo se obstruyen y se puede producir un infarto del corazón.
La enfermedad coronaria y la hipertrofia contribuyen a la dilatación del corazón y el final del camino es la insuficiencia cardiaca.
Riñones: la afección arterial generalizada también va afectando a la circulación del riñón. Con el tiempo el riñón va perdiendo sus aptitudes de funcionamiento llevando progresivamente a la insuficiencia renal crónica.
La Organización Mundial de la Salud clasifica a la evolución de la hipertensión arterial en varios estadios, de acuerdo a la afección de órganos blanco. El estadio 1 es presión arterial alta sin afección de órgano blanco. El estadio 2 es cuando hay daños mínimos solo detectados por estudios o análisis. Sea una hipertrofia de corazón por electrocardiograma o ecocardiografía, una alteración de las arterias retinianas por fondo de ojo o alteración de los análisis de orina detectando alteraciones del funcionamiento renal.
Estadio 3 es cuando ya hay afecciones como infarto de corazón o de cerebro o insuficiencia cardiaca o renal o se detectan alteraciones serias del fondo de ojo.
¡Evitemos llegar a estas complicaciones! Promocionemos las dietas sin sal, la actividad física habitual y, por supuesto, tomar la medicación correspondiente.
Autor: Eduardo Tassano Máster en Gerenciamiento en Servicios y Sistemas de Salud Especial para época
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